Jerusalem: mi casa, mi historia, mi corazón
por Sara Yoheved Rigler
Aish Latino
Jerusalem: mi casa, mi historia, mi corazón
Mi casa en la Ciudad Vieja de Jerusalem es un portal a la larga cadena de la historia judía.
Vivo en una casa de 900 años de antigüedad dentro de las murallas de la Ciudad Vieja de Jerusalem. Cuando expandimos nuestro minúsculo baño, derribando su pared de un metro de espesor, encontramos el capitel de un pilar del siglo VI. También encontramos fragmentos de cerámicas del periodo del Primer y Segundo Templo.
Los fragmentos están ahora en nuestro estante del salón, frente a nuestra foto de bodas. A veces los observo y pienso en los judíos que vivieron en este lugar, unos cuantos metros bajo el nivel de nuestra casa, hace más de 2000 años. Ellos se casaron con los mismos ritos judíos con los que me casé yo, aunque ellos no tenían fotos de boda.
Los bizantinos, no judíos, construyeron el edificio que estaba antes aquí. En ese entonces, 1400 años atrás, estábamos en el exilio, dispersos por todo el Imperio Romano. Nuestros conquistadores araron la Jerusalem judía y la remplazaron con una ciudad romana, Aelia Capitolina. Los judíos no tenían permitido entrar. Los romanos construyeron una grandiosa vía pública llena de pilares, el Cardo, a pasos de distancia de mi casa. Los romanos fueron el imperio más grandioso que el mundo ha conocido, y los judíos fueron un diminuto pueblo conquistado. Hoy, los niños judíos juegan en las ruinas del Cardo romano.
Nuestra casa fue construida por musulmanes, no judíos. Para entonces, 900 años atrás, los musulmanes habían conquistado Jerusalem y, a excepción de un corto lapso de tiempo, la retuvieron de los cruzados cristianos. Los musulmanes les permitieron a los judíos vivir en Jerusalem. Cuando los cruzados conquistaron la ciudad en 1099, mataron a todos los residentes judíos. Sangre judía corrió por las calles de Jerusalem. La sangre ya no está, pero varios edificios de los cruzados siguen en pie, a la vuelta de la esquina de mi casa.
Cuando los musulmanes recobraron la ciudad, unos pocos judíos regresaron. Najmánides llegó aquí desde España en 1267; apenas encontró suficientes judíos para formar un minián (quórum de diez hombres). Él solicitó un rollo de Torá de la ciudad de Shjem y creó una sinagoga que aún funciona. Mi marido reza diariamente en esa sinagoga.
Desterrados innumerables veces, los judíos siempre han retornado a Jerusalem.
Algunos de los judíos exiliados de España en 1492 llegaron a Jerusalem (que hasta el año 1860 aproximadamente, se componía sólo de la Ciudad Vieja). En 1840, había 5.000 judíos en Jerusalem, 4.500 musulmanes y 3.750 cristianos. Para 1870, la mayoría de la población de Jerusalem era judía.
Nuestra casa pertenecía recientemente a judíos, como evidencian las hendiduras talladas en el marco de la puerta de nuestra casa, donde el sagrado pergamino de la mezuzá era insertado.
Anhelando Jerusalem
Desterrados innumerables veces, los judíos siempre han retornado a Jerusalem, inevitablemente atraídos hacia aquí por un anhelo místico, casi codificado en nuestro ADN. La Torá se refiere a Jerusalem como «el lugar en que Dios hará que Su nombre habite». Jerusalem es central para el pueblo judío, no porque es nuestra casa, sino porque es la «casa» de Dios. Y a pesar de que el intelecto judío sabe que Dios es infinito y que no puede ser reducido a un espacio en particular, el corazón judío sabe que Dios habita en Jerusalem.
Es por esto, que sin importar cuántas veces hayamos sido exiliados de Jerusalem por una sucesión de conquistadores extranjeros, siempre hemos encontrado el camino de regreso. Esta es la razón del porqué cada niño judío en Israel, religioso o secular, sabe que vale la pena luchar por Jerusalem.
el 7 de junio de 1967, en el tercer día de la batalla de los Seis Días, una división de paracaidistas israelí rodeó la Ciudad Vieja de Jerusalem. Su líder, Mordejai Gur ordenó «Estamos acercándonos a la Ciudad Vieja. Estamos acercándonos al Monte del Templo, al Muro Occidental. La nación judía ha estado rezando por miles de años para este momento histórico. Israel está esperando nuestra victoria. ¡Avancen y que tengamos éxito!».
Los paracaidistas corrieron hacia la Puerta de Los Leones. La antigua puerta fue hecha para carros y camellos, no tanques. Un tanque se quedó atascado en la puerta; muchos de los soldados conquistadores tuvieron que arrastrarse por abajo del tanque para entrar a la Ciudad Vieja. El Rabino Shlomo Goren, con un rollo de Torá en su mano y tocando un shofar, estaba en el primer jeep que entró por la puerta de Tzión. Fue un día de triunfos y lágrimas, como una reunión de una madre con sus hijos largamente esperada. Para un pueblo que ha sufrido tantas derrotas, este fue un momento de victoria perfecta.
se encontró el Barrio Judío en un estado terrible. Los ocupantes jordanos habían empezado a arrasar el Barrio Judío y a convertir sus antiguos callejones y construcciones en un moderno complejo de apartamentos. Los judíos se pusieron a reclamar sus edificios, como el nuestro, que pudo ser rescatado, y construyeron nuevos edificios donde sólo quedaban escombros.
En 1988, compramos nuestro apartamento en la planta baja. Una tarde, varios años después, vi a una anciana mirando por mis ventanas de la cocina. Cuando le pregunté si podía ayudarla, ella respondió: «Yo viví en esta casa hasta 1929». La invité a pasar, y ella me contó su historia: en aquellos días, una de nuestras habitaciones había hospedado a una familia completa. Compartían una cocina y un patio. No había alcantarillado dentro de la casa; había un retrete en la esquina del patio. Su padre era un farmacéutico, y lo que ahora es nuestro salón, había servido como la farmacia del Barrio Judío
¡Qué extraño! Pensé. Mi padre también era farmacéutico. Nos miramos una a la otra, dos mujeres judías, nacidas con décadas de diferencia, ambas hijas de farmacéuticos, ambas viviendo en este mismo sitio, durante períodos de la historia judía dramáticamente diferentes.
Como todo judío, yo soy un eslabón en la larga, larga cadena de la historia judía. Cuando camino por las calles de la Ciudad Vieja de Jerusalem, siento esa cadena prendida de mi alma. Todos los eslabones se mueven al unísono: las mujeres judías de hace milenios cuyos fragmentos de cerámica están en mi estante, los judíos exiliados por los romanos, los judíos que cayeron bajo las espadas de los cruzados, los judíos exiliados de España que repoblaron el Barrio Judío, la hija del farmacéutico que vivió en mi casa hasta 1929, el niño mensajero de diez años de edad, y los soldados que se arrastraron por abajo del tanque para cruzar la Puerta de Los Leones y recuperar la Ciudad Vieja de Jerusalem para el pueblo judío.
El día 28 del mes hebreo de Iyar celebramos Iom Ierushalaim, el ‘Día de Jerusalem’. Celebramos el retorno de la soberanía judía a la Ciudad Vieja y al área del Monte del Templo y el Kótel. En ese día, nuestro «Gen de Jerusalem» recesivo, se vuelve dominante.