¿En qué momento veremos el rostro de Dios?
La muerte no es el fin de nuestra existencia
En el momento de la creación, la Torá describe que Adam fue formado del polvo de la tierra y que Dios le insufló el espíritu. Somos una combinación de cuerpo y alma. El alma es lo que nos define como seres creados “a imagen Divina”.
Hay una parte nuestra que es eterna y sobrevive a nuestros cuerpos mortales. Es la parte que nos hace únicos y que representa nuestra esencia. El Libro de Eclesiastés lo resume de la mejor manera: “Vuelva el polvo a la tierra como antes, y retorne el espíritu a Dios que lo dio” (12:7).
Muchas veces me preguntaron: “¿Acaso el judaísmo cree en la vida después de la muerte?”. La respuesta es un sí rotundo. De hecho, este es uno de los principios fundamentales de nuestra fe.
2. En el momento de la muerte vemos a Dios
Cuando Moshé le pidió a Dios: “Por favor, muéstrame Tu gloria” (Éxodo 33:18), Dios le respondió: “No puedes ver mi rostro, porque el hombre no puede verme y vivir” (Ibíd. 20). Los vivos no pueden ver a Dios. La implicancia es muy fuerte: con la muerte llega una visión de lo Divino.
Esto explica la costumbre de cerrar de inmediato los ojos de la persona cuando fallece. Los ojos que percibieron la gloria Divina ya no pueden ser expuestos a la dura realidad de este mundo.
Las primeras palabras de Dios en el momento de la Creación fueron: “Que haya luz”. Sin embargo el sol sólo fue creado al cuarto día. Los Sabios explican que esta era la luz creada para el Mundo Venidero.
Muchas veces estuve presente en el momento en que alguien falleció. Prácticamente en todos los casos pareció ser claro que el moribundo de repente vio una visión bella y consoladora rodeada de luz.
Es interesante que Mona Simpson, la hermana de Steve Jobs, al hablar en el entierro de su hermano dijo haber visto esta misma escena. “Las palabras finales de Steve fueron monosílabos que repitió tres veces. Antes de partir, él miró a su hermana Patty, luego observó un largo rato a sus hijos, a continuación a su compañera de vida, Laurine y entonces miró por encima de sus hombros. Las palabras finales de Steve fueron: ‘Oh uau. Oh uau. Oh uau’”.
Aparentemente la belleza de lo que vio lo sorprendió. Sólo pudo responder a eso repitiendo tres veces esa exclamación de asombro. También la tradición judía nos asegura que en el momento de la muerte tendremos esta clase de revelación.
Aish Latino
Sumamente interesante y acertada ésta reflexión.